
Escribo esto un lunes 23 de junio de 2025, con Mía en el regazo. Presionándola un poco entre mi cuerpo y el tablón que tengo por escritorio, mientras escuchamos una musiquita bastante pinche y melancólica, dizque para tranquilizarla, porque empiezan los festejos de San Juan, y ella, aun siendo ya sorda, es de esos perritos que se estresan terriblemente con la pirotecnia. Trae su chaleco rosa hippie, hecho de jerga, como esas ¿sudaderas? ¿chamarras? que orgullosamente usábamos en los 80’s bajo miradas desprobatorias de abuelos y padres, y que hoy siguen siendo aaaaampliamente buscadas por hippies extranjeros. La de Mía era de manga larga, pero yo la hice chaleco, con los bordes despeluchados, para que tuviera más ondita.
Mía, además, porta dignamente una tipo bufanda / pashmina / chal color carne, atada a su cuerpo como si fuera mujer revolucionaria. Con ella, trato de replicar el método “Tellington TTouch Wrap”[1] para que se sienta contenida y tratando de hacer menos traumática la experiencia de vivir los festejos del Día de San Juan que, si bien es sabido, mañana será la noche más mágica del año, para ella y para nosotros, resulta un verdadero suplicio.
Hace un año cuando vivíamos justo atrás de la capilla fue terrible.
No teníamos ni idea de la cantidad de cohetes, castillos y toritos que tronarían, y mucho menos del daño que les haría a dos (en ese momento) de mis cuatro perritos.
Mía dejó de comer, tomaba súper poquita agua.
Buscaba refugio en los lugares más oscuros y pequeños o apretados posibles.
Terminó refugiándose en el mini-espacio que la anterior casa tenía para la regadera, y rascando como loca los mosaicos del piso.
Después, se quedó varios días como ausente, como ida y temblando casi todo el tiempo. Y el daño no paró allí.
Al mes, cuando la llevamos al veterinario porque no paraba de rascarse, nos informaron que tenía anemia, enfermedad renal, afecciones de la piel y por supuesto un gran trauma. Ignorábamos por completo que esto pudiera pasarle a un perrito como consecuencia del estrés, y por supuesto, nos sentimos culpables, luego tristes… y después súper emputados.
Por pendejos.
Por no saber cómo cuidarla mejor, atenderla adecuadamente… contenerla.
Por haber escogido una pésima vivienda (justo atrás de la iglesia da-haaaa).
Y por haber caído en la fantasía de que la vida en un “pueblo mágico” es mejor, pues ya viviendo acá, nos dimos cuenta que estamos en un pueblo que es feliz siendo gandalla, ojete y hasta cruel, primero entre ellos -familiares, cónyuges, conocidos-, enseguida con los fuereños, pero sobre todo con los animales, con los perros y gatos, a quienes tienen a bien alejar de su camino con un buen patadón, a machetazos o lanzándoles aceite hirviendo. He de decir que no todos son así, pero muy a mi pesar, sí una vasta mayoría.
Hoy estoy conflictuada y triste porque Mía, otra vez dejó de comer. Pero la cosa es diferente a la de hace un año, pues no sé si es producto de los cohetes o el principio del fin.
***
Cómo duele tenerte aquí sobre mis piernas, sintiéndote aquí, con una respiración arrítmica y saber que, al rato, mañana, en un semana, en un mes, ya no estarás.
Han sido cuatro meses de despedirme diario de ti.
De ver tus ojos primorosos, enormes, llenos de vida y saber que yo tendré que tomar la decisión de quitarles su luz, de verlos tornarse, en dos vidrios opacos, esmerilados, ausentes, sin que me regresen la mirada.
Esa estúpida tos es la que me indica, que ya es tiempo.
Jadeo en reposo, agitación del pecho, falta de fuerza en las patas traseras, y aun así, corres al verme y me mueves la cola.
¿Qué se hace en esta etapa previa donde estás, pero ya casi te vas?
¿Qué se hace con este dolor que no me deja respirar? Siento como un dolor profundo en el pecho, siento que mi corazón otra vez se rompe, se está rompiendo.
Sé lo que viene, lo he vivido varias veces; sé que es lo que toca hacer; sé que no quiero que sufras; sé que solo quiero lo mejor para tí, y también sé que me muero al verte, al abrazarte, al cargarte.
Doy gracias, inmensas gracias de haber podido disfrutarte tanto, tanto.
Te recogimos cuando tenías dos años, o quizás tres, en un estado más que lamentable, ¿te acuerdas? Estabas tirada sobre un camellón, casi llegando al metro Toreo, frente a una gasolinería y un Oxxo. Yo no sé cómo entre tanto caos, tanta mugre, tanta mierda escuché tus aullidos. En esa zona tan horrible, en el límite entre la ciudad y el Estado de México, entre pitidos de claxon, tráfico, combis, camiones, vehículos, vendedores gritando, gente meando… ¿cómo te escuché? Y al verte fue imposible no recogerte. Me enamoré tanto y tan inmediatamente de tí. Él corrió a comprarte agua y un sobrecito de comida, que devoraste; te cargó y te llevamos al depa. No sabíamos qué hacer contigo. Adoptarte no era opción porque ya teníamos a Benito y a Ty en un depa muy chiquito, otro perrito… ¡imposible! A todos los lugares a los que llamamos para ver si alguien se hacía cargo de ti, nos respondieron que sí, que podrían recogerte, pero solo para dormirte. Y yo veía tus ojazos y pestañazas y veía tanta vida allí, que no pude dejarte.
Te llevamos con Toño, te operó de piometra y nos dijo que estabas en pésimo estado, que quizá no soportarías la operación. Él y yo, como siempre, sin un cinco. Toño no nos cobró nada. Saliste adelante y nos dijo que en dos días tendrías que estar ya levantada. No fue así, pasaron tres, casi cuatro días y nada. Ni siquiera hacías pipí. Me espanté, pensé: “esto no está nada bien, no es normal, ¿cómo no se va a parar para hacer del baño? ¿ni siquiera se le sale la pipí?” Regresamos con Toño y se extrañó. Te sacaron placas y allí vio que tenías la cadera fracturada en cinco partes, que uno de los huesos estaba sobre la vejiga y los intestinos, que urgía vaciártelos y volverte a operar para arreglarte. Hiciste muchísima orina y tu defecación consistió en piedras que habías estado comiendo, a falta de todo. Cuando te abrió, vio que los huesos habían mal pegado, tuvo que fracturar otra vez algunos para corregir esto de la opresión, y dejarte la pata trasera así, medio pegada, medio con cojera y nos dijo que, si sobrevivías, que no ibas a poder subir ni bajar escalones, ni correr, ni saltar.
Al día siguiente de la operación, así toda jodida, te levantaste, hiciste del uno y del dos. A la semana empezaste a caminar, a las dos semanas y media saltaste encima de un arbusto y cuando viste a Toño, corriste hacia él con unas ganas y una felicidad inmensas.
Y siempre, siempre me viste con esos ojos enormes y bellísimos, expresivos, que me hablaron tanto de nuestra conexión álmica de vidas pasadas.
¿Cómo hago para apagarlos?
¿Con qué derecho los voy a nublar?
¿A dónde se irá ese brillo, esa luz, esa vida?
Es insoportable el dolor que siento.
Desde el primer día fuiste MÍA, solo MÍA. Fui tu madre, tu amiga, tu aprendiz. Fuiste mi confidente, mi cómplice, mi modelo, mi estrella, mi actriz, mi maestra, mi nena, mi hermosísima, princesita tibetana. Mía, mía, mía.
Me muero del dolor, lloro sin parar, no puedo dejar de gemir, grito del dolor, y sigues aquí, dormidita encima mío. Tu sordera está presente y cómo la bendigo.
***
Siempre pensamos, él, mi hermana y yo, que tú realmente eras una reencarnación de alguien. Tus comportamientos siempre han sido más de humano que de perro. Tus ojos me hablan y todavía me dicen que quieres vivir. No los veo con el párpado a la mitad -como se los vi a Tyson un día antes de morir- que me indicaría dolor, tampoco los veo sumidos, ni blancos. Todavía me ves, me reconoces, sabes quién soy. Pero ese maldito, infeliz, imbécil, tumor que rodea tu preciosísimo corazón, crece y crece y crece oprimiendo la tráquea, pulmones y lo demás que está allí, provocando esa maldita tos. Esa tos que me dice que eso crece, que ha crecido tanto que te cuesta respirar, que el corazón se esfuerza para seguir palpitando, para seguir llevando sangre hasta tu más hermosa uña de esa pata peluda, a ese tapetito de felpa que tienes por pata. Todavía hay sangre corriendo en tu cuerpo. Diario te reviso el interior de los ojos, y del hocico, las encías. Te aprieto la encía y cuento uno, dos y suelto y hay buena irrigación. Pero tu característico aliento, me dice que el cáncer no se ha ido, como mi corazón quiere que suceda, que se haya retraído del hígado, a donde hizo metástasis. Es terrible saber que te lleva de mi lado, que nos separa.
Y todavía hoy, a pesar de mi edad, a pesar de todo lo que estudié, de los resultados del ultrasonido, de la plática con el cardiólogo, de lo que he investigado, vivo en negación y me emociono al pensar que “hoy no tosió tanto”, “esa tos se escucha distinta, ha de ser la tos de las perreras”; incluso busco confirmación de alguien que sufre al verte como yo: “Oye, amor, ¿verdad que hoy estuvo muy animada?”, “¿ya viste cómo saltó al verme?”, “¡hoy comió muy bieeeen!”, “¡Qué buen cake formuló hoy!
… Y te hago tap, tap, tap, en la espalda cuando toses, deseando que se te pase rápido, y tengo la esperanza, la certeza, de que al gritarte muy fuerte MíÁáá, se te corte la tos y las arcadas, así no más, por arte de magia, y a veces, en las noches, cuando esto no para, agradezco tanto, tanto que él ingenuamente me pregunte: ¿No tendrá frío y por eso está tosiendo más?
Ahora, tumbadas en el piso entre la escalera y la cocina, y terminando de cantarte “Esa chica es Mía” te digo al oído que me gustaría hacerte chiquita, chiquita, chiquita, y ponerte aquí en mi corazón, para que siguieras viviendo dentro mío. No sé cómo mañana, no sé cómo en unas horas, en unos días, ya no podré tocarte, olerte, ni sentir tu hocico calientito sobre mi pierna.
Ya viene otra vez la hoquedad, el enorme vacío, los pelos de un perrito inexistente en la cama, en el piso, en la ropa, flotando en el aire.
Hasta deglutir ya te cuesta trabajo hermosa, hermosa Mía. Qué días tan oscuros. Mañana harán siete meses de la muerte de mi negro santo, mi Ty, y te separan diez meses de la muerte de Benito. Tres perritos en menos de un año. Un duelo acumulativo, una tristeza perenne, infinita, mi vida sin magia, sin luz. Para mí, en este instante solo hay ausencia, dolor, sombras.
Y nuevamente odiaré al sol por salir a dar calor y a iluminar la cara de todos, y otra vez odiaré despertar y no verte atrás de mí siempre. Viviré como mamá pata sin patito, y otra vez me sumiré en la depresión, en la desdicha, me sentiré vacía sin mi hija. Seré arrastrada también por la muerte y reviviré la muerte triple, cuádruple, quíntuple, sin importarme sumarme a ustedes YA, cuanto antes.
Esa chica es Míaaaaa, casi casi Míaaa, y estoy loca por tíiiiiii, y por eso eres Míaaaaa
***
Y buscando, y buscando algo que me rescate del dolor, algo que me tranquilice, que me haga percibir mi realidad de otra forma, que me saque de las profundidades en las que me pierdo y de la oscuridad de la que no sé si algún día ya no regresaré, me topé con una explicación del lama Rinchen que me permite seguir al lado de Mía, acompañarla en su viaje y prepararme para futuras pérdidas.
Somos nubes.
Aceptar la impermanencia de todo y entender que todo forma parte de algo más, es lo que se lleva el sufrimiento (que no el dolor). Como cuando desde el balcón de mi recámara veo como el viento sopla fuerte y empuja la neblina de izquierda a derecha, y ésta al encontrarse de frente con la montaña sagrada, no le queda de otra que escalarla para, pasada las crestas, diluirse en la lejanía.
Te lo explicaré como cuando daba clases de Geografía a mis alumnos pubertos de secundaria, a los que amé.
Nosotros y los seres que amamos, somos algo así como el ciclo el agua.

En este momento Mía es una nube (y yo, y tú, y nuestras familias y así, todos somos nubes…). De un momento a otro Mía cambiará de forma, se transformará en agua y se precipitará a la tierra. Cambiará del estado gaseoso al líquido, y de allí, formará parte de ríos, océanos, o de mantos freáticos, será nieve, hielo, o un glaciar… pasado un tiempo, el calor del Sol provocará su deshielo, evaporación, evapotranspiración y luego se condensará y será nuevamente nube.
¿Por qué tendría que enojarme o sufrir porque la nube deja de ser nube, para ser algo más y completar su ciclo? Es como si me enojara y me muriera del dolor porque una semilla dejó de ser semilla para dar paso a la plúmula que se convertirá en el tallo y las hojas, y luego, volviera a sufrir porque dejó de ser plantita, para convertirse en un arbolazo de mangos.
¿Cuándo has visto a una nube que no cambie de forma o color?
¿O que se mantenga a una misma altura y en el mismo lugar?
Ni que fuera The Truman Show…
¿Qué nos enseñaron nuestros padres un día, tendidos en el pasto? A observar las nubes y a buscar formas, a ponerles nombres, a contemplar. Eso justo es de lo que se trata. Observar, contemplar, inspeccionar nuestras formas, colores, alcances y precipitaciones, y sí, eso incluye la muerte.
Hoy es Mía, pero me preparo (te juro que lo intento todos los días) para la de mi madre, mis tíos, mi esposo, hermanos, exjefes, amigos del gym, mis sobrinos perros… pero sobre todo, me ejercito para la mía.
El dolor resulta innegable y no hay fast track, go back, ni skip.
Encontré otro video, ahora fue Sadhguru, que nos dice:
“(…) Es hora de mirar atrás y apreciar lo que ha sido, y es hora de aceptarlo y de ver qué puedes hacer con la vida que está aquí.
@sadghuru
(…) En lugar de sentarte y convertirte en un despojo, hay tantos otros hijos e hijas y nietos que no tienen a nadie que los cuide. Hay suficientes oportunidades para que expreses este amor y este cuidado de un millón de maneras distintas.
Hay tanta vida a tu alrededor que necesita este cuidado y tu tienes la necesidad de encontrar la expresión a este amor y cariño que hay en ti… por favor, hazlo.
Si no lo haces, tu dolor será eterno y permanecerá embotellado y te torturará durante toda tu vida.
Por un hijo que perdiste, toma a 10 como si fueran tuyos y procura dar plena expresión a tu amor y a tu paternidad.
Descubrirás que se convertirá (tu hijo muerto) en una base para hacer tu vida mucho más hermosa de lo que sería con solo un hijo, podrías hacerla así.
Tienes que dar ese paso, de lo contrario, simplemente seguirás adelante con algo que no puedes cambiar.
Lo que sucede en nuestro interior, no importa por qué razón está sucediendo, aún así es creado por nosotros y si estamos dispuestos, también podemos cambiar eso.
Y mientras estés con vida, es importante que veas cómo contribuir con los vivos”.
Por experiencia propia, recomiendo sí o sí vivir el duelo.
Sentirlo con todas tus fuerzas y de ser necesario, visitar los nueve niveles del inframundo.
Pero de igual forma te digo: “amiga, date cuenta” y sugiero hacerlo de forma consciente y trabajar en el sufrimiento (que es opcional), salirte del ojo del huracán en el que nos metemos y ver tu vida, como si fueras alguien más, desde afuera, para que puedas diferenciar dolor de sufrimiento y entonces, cuando lo hayas hecho consciente y lo veas de frente, puedas soplar ese sufrimiento con fuerza, para que se diluya atrás de ti, la montaña sagrada.
Esa es la recomendación, lo que el lado racional propone, y la externo aquí para creérmela, porque se escucha lindo, se escribe fácil, pero hacerlo… está muy cabrón.
Es lo que me repito y me cuento a mí misma.
Lo que he investigado para ponérmelo como curita en una pierna amputada, en un corazón de cristal, que estalló en mil pedazos.
***
Junio 25, 2025
Mía lleva 4 días sin comer.
Hoy a las 2:00 am, en la madrugada, escuché que se levantó a tomar mucha agua. Después de unos 15 o 20 minutos, escuché que vomitó.
Cuando prendí la luz, la vi tirada en el piso en una posición muy rara, con las cuatro patas como abiertas horizontalmente y tomándose su propio vómito -agua, flemas y restos de la poquitita comida que le dí hace dos días .
Empieza la precipitación.
Hay una nube negrísima arriba de mí.
Ahorita, en este momento, está tendida sobre su cama que acomodé bajo mi escritorio, para sentirla todo el tiempo con mis pies.
Quiero tocarla todo el tiempo, y a la vez huyo de esa acción.
Evito verla a los ojos.
Me muero por abrazarla todo el tiempo, y me digo a mí misma: “mejor no, la voy a incomodar”, “¿y si la lastimo?… como que se oye que hace un ruido raro al tragar saliva”, pero lo que realmente pasa es que sé que no la querré soltar.
Siento tantas cosas.
Y siento feo incluso reconocer otras.
¿Soy su madre o soy una bruja maldita?
Quiero besarla y estar cachete con cachete, pero no soporto el olor que despide su hocico. Ese olor como entre muela picada y metal, que ahora reconozco como manifestación clara del cáncer.
Quiero huir con ella a un lugar donde sea eterna.
Mañana a esta hora, mis pies ya no sentirán su respiración entrecortada, ni su calor, ni su pelo.
Y este dolor tan hondo que siento, esta tristeza tan profunda y desgarradora que me rebasa por perder a mi niña, se instalará en otro lado de mi alma; allí, al ladito de las historias de mis muertos no superados, sobre el recuerdo latente de ladridos y olores de mis otros hijos perros, a los que amé, a los que amo sin límite.
Mi hermana -ese ser etéreo con ojos de gato y sabiduría ancestral que levita cuando nadie la ve, y que convierte en esmeraldas y paz todo cuanto toca- me dice, me ASEGURA que ellos realmente nunca se van, que coexisten con nosotros, pero que no es posible verlos en este plano. Que ella sabe que están aquí, que lo siente.
Yo la escucho con atención y veneración -como siempre- y creo a pie juntillas todo cuanto me dice. Escribo esto y la veo, y la escucho explicándome su teoría. Cómo quisiera tener, no solo su cara, su corazón, su belleza, dones y sabiduría, sino esa certeza que me permita por un momento, hacer más llevadero esto que me rompe.
Tres perritos, tres amores, tres seres divinos, precipitados en un solo año es demasiado.
¡Quiero que ya sea mañana a esta hora para acabar de una vez con todo! ¡A la chingada todo! -y a la vez no quiero que llegue nunca.
No sé si alguna vez hayas vivido esto. Es una chingadera.
Son como oleadas de emociones, sentimientos y respuestas corporales muy feas que se suceden unas a otras.
Tonal ha estado ayer y hoy muy muy cerquita de nosotras.
Yo trabajaba para él cuando terminé con los 19 años de vida de Benito y los 13 de Ty. Él me obligó a salir de la cama a rastras, para ir a jugar, pasear y recoger sus bondadosas cacas.
Allí está, míralo, durmiendo a su lado.
Cada uno roncando sabroso.
¡Uy!, ese Tonal ha de estar persiguiendo a alguien para morderlo… mira cómo mueve las patas laaargas largas, como haciendo que corre. Ya paró y se volvió a enroscar como cochinilla, como buen xolo.
Tonal está sobre mi pie izquierdo y Mía hermoshish en el derecho.
No Sadghuru, no quiero a 10 perritos hijos más, ni ver cómo contribuir en el mundo de los vivos. Y en este momento me vale madres la “tanta vida que hay alrededor que necesita mi cuidado” porque mi expresión de amor y cariño se la está llevando esta perrita.
***
Si ya no lees nada más acá,
querrá decir que Mía se volvió agua,
o nieve,
o glaciar,
y que yo soplo con todas mis fuerzas para alejar el sufrimiento y vivir con consciencia el dolor.


Vínculos:

[1] ¿En qué consiste?
Se trata de envolver suavemente el cuerpo del perro con vendas elásticas o vendajes suaves (jamás apretados), creando una sensación de “sujeción segura” que:
Mejore la conciencia corporal
Ayude al sistema nervioso a calmarse
De al perrito una sensación de contención y seguridad, pero sin inmovilizarlo
Sea útil en situaciones como: tormentas, visitas al veterinario, viajes, ansiedad por separación, miedo a cohetes, etc.